martes, 30 de abril de 2013

La Dama Gris


No dejo de pensar en qué momento va a entrar en el cuarto y descargar su enojo en mí, cada vez que pasa por la puerta, arrastrando ese vestido de mierda, me pongo más nervioso. Veo la sombra por abajo, es lo único que me asegura por ahora saber que hace, y la escucho, si, susurra cosas que no llego a escuchar bien, pero conociéndola deben de ser las mismas estupideces que me decía siempre cuando quería hablar, cosas que nunca aguante que me dijera, pero la amaba, y también la odiaba con todo mi corazón. No puedo entender todavía como no se cansa de ir y venir, pasar siempre por la misma puerta y encima arrastrar el vestido todo el tiempo. La había visto sufrir, la sentí adentro mio cuando grito, pero eso no significo nada hasta que me agarro el brazo. Los escalofríos fueron desde la punta de mis pies hasta el último pelo de mi cabeza.
Sus ojos pedían perdón por todo y no pude de dejar de verla. Arruinada, triste, la odie por eso.
¿Alguna vez había prometido otra cosa? No que me acuerde. Pero no había día mientras estuvimos juntos en el que no me repetía que nunca me iba a dejar, pasara lo que pasara entre nosotros.
Y entonces la escuche volver a decirlo, pero no con ese amor con el que lo decía cuando estábamos en la cama. Lo dijo con tristeza y dificultad. Aun cuando lo último que iba a ver ella de mi era como clavaba un cuchillo en su garganta. Y me arrepentí de hacerlo, porque también la amaba.

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